30.5.10

Y es que sucede así...

Hubiera querido escribir sobre el viaje que hice a Piura por cuestiones laborales.
Hubiera querido escribir sobre lo rico que comí estando por esas tierras.
Hubiera querido contar sobre el calor insoportable del norte.
Hubiera querido contar sobre el accidente "sangriento" que tuve gracias a Andrés (el que viene cada mes) y el roche que tuve que pasar pero que sin embargo, gracias a un colega, quedó como un acontecimiento minúsculo.

De eso me hubiera gustado escribir en este post.

También me hubiera gustado escribir sobre la última pelea que tuve con mi gordo.
Me hubiera gustado contar que fui una COJUDA (así, en mayúsculas) por cagarla como la cagué.
Hubiera querido escribir sobre lo mal que me sentí luego de hacerle tanto daño a mi gordo.
Hubiera querido escribir sobre cómo fue que esto me permitió darme cuenta que sí pues, estoy enamorada de él.
Hubiera querido escribir sobre cómo fue que toqué fondo en mi vida para darme cuenta de lo mucho que tengo, de lo poco que valoro, y de lo nada agradecida que soy.
Hubiera querido escribir también que me he dado cuenta de todo esto, y de que ahora quiero hacer las cosas bien en mi vida, y si es al lado de mi gordo, mejor.
Hubiera querido escribir cómo fue que todo se arregló y que ahora estoy dando lo mejor de mí en nuestra relación.

De todo esto me hubiera gustado escribir en este post.

También hubiera querido postear sobre la respuesta negativa que recibí sobre un proyecto académico que tenía en manos y que no salió. Será que mi Perú me quiere por estos lares todavía.
Me hubiera gustado escribir sobre todo lo que pensé en esos momentos y que me llevaron a decidir replantear planes.

Pero no podré escribir sobre eso. Algo más hard pasó y sobre eso escribiré tratando de resumir el asunto.

No recuerdo si lo escribí antes, y si no lo hice pues aquí va de nuevo.

Nunca viví con mi padre. Él dejó a mi mamá cuando supo que yo venía en camino. Mamá sufrió mucho luchándola sola y tocando puertas en busca de trabajo conmigo en brazos. Dios es grande y buenas personas se cruzaron en nuestro camino y nos ayudaron durante muchos años, y aún ahora nos siguen ayudando o apoyando. Una de esas personas es mi padrino, a quien adoro con la fuerza con la que sólo se puede amar a un padre.

Así que de mi padre sólo noticias vagas. A diferencia de él, mis tíos y mis abuelos - sus hermanos y sus padres respectivamente - siempre me tuvieron a bien, y cuando podían ayudaban o trataban de interceder por mí con él. Pero siempre se corrió de mí. No sé por qué.

Muchas veces ya cumplidos los 12 años, y consciente de cómo eran las cosas, intenté buscarlo y entablar una relación que nunca funcionó. Siempre tuvo para conmigo un trato frío, muy frío y distante. En muchas ocaciones le rogué por miserables centavos cuando la cosa estaba bien difícil, y otras tantas le rogué por migajas de cariño. Y siempre terminé con el corazón roto. Me preguntaba si el que sólo engendraba merecía ser llamado padre.

Muchas veces lloré, grité, y maldije a mi padre porque sentí que lo único que me dio fue el apellido. Sentía que la vida no era justa (a pesar que nunca me faltó nada gracias al apoyo de mi padrino, mi madrina y mi mamá), pero seguía pensando por qué él era así conmigo. Total, yo no tuve la culpa de venir al mundo, y mucho menos de pedirle que me firmara.

Ya en la universidad, quise llevar la relación a un plano más polite, tener una relación no cordial pero al menos alturada. Pero no se pudo. Incluso hasta el año pasado, luego de la muerte de mi abuelita (su mamá) que pudimos conversar algo, las cosas volvieron a ser como antes, su frialdad me demostraba que yo gastaba pólvora en gallinazo porque nunca sería capaz de tratarme con algo de cariño. Mi madre siempre me acogió con los brazos abiertos luego que él me dejara llorando y sumida en la más profunda de las tristezas. Ella dice que no tengo que juzgarlo, que hay un Dios que todo lo ve y que por algo pasan las cosas. Creo que tiene razón. Pero es bien difícil no sentir resentimiento hacia él. Es bien yuca no sentir ese nudo que siento en la garganta mezcla de cólera y frustración cada vez que pienso en él.

Pero la vida da vueltas, dicen. Y es verdad. Exactamente hace una semana me disponía a almorzar tranquila con mi gordo y ver unas pelas en mi casa, cuando sonó mi celular. Era una de mis medias hermanas quien llorando me decía que vaya al hospital por la zona de emergencia pues mi padre había sufrido un accidente y que lo iban a operar en ese instante.

Quedé fría. Helada. Conmocionada. No había visto a mi padre desde julio del año pasado creo, cuando, para variar, terminé llorando en el hombro de mi abuelito en plena calle, porque mi papá me hizo un desplante horrible. A veces me llamaba al celular y nuestras conversaciones no pasaban de 1 minuto, decía que por qué no iba a visitarlo, a lo que yo le respondía "¿Y por qué mejor tú no me visitas?" y acto seguido las despedidas y chau chau. Hasta nuevo aviso.

De pronto me dicen que estaba en emergencias y que lo iban a operar. Sentí que el estómago se me movió. No sabía qué hacer. No sabía si ir o no ir. Para qué? Por qué? Merecía tener mi presencia? Aquella persona que siempre me trató de la forma más indiferente posible, merecía que lo vaya a ver? Que me preocupe por él?

Quedé sentada al borde de mi cama, con la mente en blanco y con el cuerpo frío, hasta que al rato el gordo llegó a mi casa y me encontró así. Atiné a abrazarlo y llorar de desesperación. Aquella llamada rompió la tranquilidad que tuve por casi 1 año. El gordo me dijo que vayamos para ver qué pasó. Así lo hicimos.

Resulta que mi padre jugando fútbol resbaló y se golpeó la cabeza contra la loza. El golpe lo dejó (más) sonso pero aún consciente regresó a su casa. A la media hora empezó a vomitar sangre en cantidades grandes y cuando llegó a emergencias, lo que los médicos dijeron fue que no había nada más que operar en el acto antes que la inflamación causada por el derrame de sangre en el cerebro afectara éste y ya no haya nada que hacer.

Entró a sala de operaciones para que le abran la cabeza y regresé a mi casa. Y pensaba. Qué pasa si se muere? Qué pasa si vive? Por qué mierda estoy así? Por qué me angustio por alguien que nunca se angustió por mí? Por alguien a quien nunca le importó saber si yo tenía qué comer, qué vestir. ¿¿¿Por qué???

Y así estuve estos días. Con sentimientos encontrados. Conversé con algunos amigos, unos me decían que no tenía por qué ponerme tan mal por alguien que nunca me tuvo en cuenta. Otros me decían que mejor no me ilusione pensando en que si se salvaba, él iba a cambiar conmigo. Otras personas me dijeron que haga lo que mi corazón me dicta. Y eso hice.

Quiero cumplir como hija. Quiero hacer las cosas bien. No lo hago porque pienso que las cosas serán distintas, sino porque simplemente siento que es lo que debo hacer.

Curiosa es la vida. Un día estamos arriba y otro, abajo. Anoche tuve que quedarme con él toda la noche en el hospital, porque mis hermanas y toda la familia hicieron una actividad pro fondos de salud, entonces encontré que la única forma de ayudar era quedándome al cuidado de mi padre en el hospital.

Los hospitales del estado son la cosa más terrible que pueda haber. Los que allí trabajan creen que tienen el poder de todo y no se ponen a pensar que atienden a personas, a seres vivos que merecen siquiera un ápice de respeto. Llegué a las 7 de la noche y hoy regresé a casa a las 8am. Me quedé a su lado toda la noche. Lo llevé al baño cuando necesitó ir. Lo arropé cuando tenía frío. Le di de beber cuando tuvo sed. Perseguí a las enfermeras cuando le tocaban sus medicamentos. Y no dormí en toda la noche. Traté de poner mi mente en blanco. Conversamos. Me preguntó como me iba y en qué andaba. No sé si le dio gusto, no sé si se sintió orgulloso. Simplemente me escuchaba atento. Luego me contó algunas cosas en las que él anda y yo también lo escuché atenta.

Creo que a veces la vida nos regala una segunda oportunidad, la verdad es que sería regio que él empiece a escribir en sus hojas nuevas una nueva historia, donde no haya resentimiento, no haya orgullo y donde decir "perdón" o "te quiero" sea más sencillo que respirar. Pero sé que pido bastante. Mejor no me ilusiono. Cumplo como hija y eso es todo. Tal vez me anime a volver un toque más fluida mis visitas luego de que mejore y esté en su casa. No lo sé.

Yo siempre he tenido los brazos abiertos y creo que hasta me he congelado y con calambre y todo en busca del abrazo que nunca llegó. No quiero que me vuelva a pasar. Sin embargo, anoche pensaba si es que él era consciente que aquella hija a la que ignoró por tanto tiempo, era la que le estaba ayudando a ponerse el pantalón.

Dios ha permitido que mi padre salga de esta. Su salud está mejorando y confío en que se recuperará pronto. No guardo rencor. No guardo rabia. Podría decir que al fin he perdonado 27 años de ausencias. Pero igual me siento muy triste. Mamá está de viaje ahorita, llega el jueves y la espero con ansias pues deseo abrazarla y llorar y decirle que la adoro. Necesito destapar esto que llevo en el pecho.

Intentaré no demorarme tanto en volver a postear.

Até logo!